Jugar es el camino para aprender
Jugar es transcultural, es una actividad que se remonta a la prehistoria y ha perdurado inherente a la especie humana. Desde sus orígenes hasta hoy, los niños de todas las culturas y países aprenden jugando. Los beneficios de jugar en los niños son incuestionables para la comunidad científica. Jugar favorece el desarrollo de las funciones físicas, emocionales y cognitivas.
El juego se estimula predominantemente a través de la conducta de sus padres o adultos de referencia, por eso es importante jugar juntos. Jugar es una actividad de prevención para el niño en desarrollo y una actividad de estimulación para los niños con dificultades.
Jugar estimula entre un 33% y un 67% las capacidades de adaptación y el desarrollo del lenguaje, reduce las dificultades de socialización y favorece la regulación emocional. (Fisher, 1992).
La privación del juego durante el desarrollo dificulta el fomento de la flexibilidad cognitiva. Es decir, la capacidad para ser flexibles y adaptarnos a un cambio o a algo diferente. (Else, 2009).
Existe una relación directa entre la calidad del juego simbólico y el juego de representación, que correlaciona con el bienestar emocional en los niños.(Bornstein, 2006).
La cantidad y calidad de experiencias de juego mediante exploración y construcción predicen la resolución de problemas en etapas posteriores. (Pellegrini, 2005).
Jugar favorece el neurodesarrollo secuencial estimulando el desarrollo dels sistema motor vestibular en los primeros años de vida, la regulación, integración somato-sensorial, desarrollo psicoemocional en el sistema límbico y finalmente, el pensamiento abstracto en el cortex prefrontal. (Perri, B.D, 2000).
Jugar estimula la producción de la proteína del factor neurotrófico derivado del cerebro (FNDC) en la amígdala y el córtex prefrontal, áreas responsables del aprendizaje, memoria y funcionamiento ejecutivo implicado en la organización, monitorización y planificación de nuestra conducta. (Panksepp, J et al, 2003).
Referencias